viernes, 20 de mayo de 2011

El camino de la lluvia. Parte 5: Aspiraciones perdidas

En una ciudad muy lejana se mandó construir una torre, tan alta que alcanzara los mismos cielos; tan espectacular que los mismos ángeles se maravillarían… una torre cuya vista de la cima se perdería entre las nubes mas altas y por las noches, con solo extender la mano, se podría acariciar las estrellas y unirse a la luna en su velar por el mundo de las tinieblas.
Y en esa ciudad tan alejada de la nuestra, los simples hombres empezaron a trabajar sin descanso…alcanzarían el alto cielo sin que hiciese falta ser llamado; tocarían la mismísima mano de Dios.
Y entonces se obró el milagro… o lo que es mas correcto; la maldición. Cada uno empezó a hablar en una lengua diferente; la organización tan necesaria en un trabajo así fue francamente imposible. Empezó a crisparse el nerviosismo, los gritos, las revueltas… demasiado diferentes… incapaces de convivir y trabajar juntos para terminar la torre y poco a poco ésta se fue desmoronando como un juego de naipes en el que demasiados niños quieren participar

Hasta mi memoria llegaba aquel mito bíblico sin que supiese el motivo de ello… yo mismo me mecía en la incomprensión. Deseaba encontrar una explicación a aquellos sentimientos, mi alma se desmoronaba sin que nadie me ayudase y una vez más, balanceándome entre la locura y el dolor, volví a rememorar aquellas imágenes,  aquellos deseos de eternidad, de alcanzar una felicidad infantil que los años de madurez no  lograse eclipsar y su propio anhelo por amarme hasta el fin de los días,  a expensas de lo que dijera aquel mundo plagado de leyes injustas y prejuicios.  

Y entonces, la voz de aquel hombre retronó como un grito de guerra dirigido a una hueste de seres sobrenaturales y poco a poco ese grito se convirtió en una voz cálida. Abrí los ojos aun temeroso por lo que pudiese encontrar y entonces le vi a él, a ese ser que no conocía de edades y tan solo me inspiraba un profundo respeto; una profunda conmoción a un paso entre el miedo, la tristeza y todo tipo de emociones entrelazadas. Y contemplé entonces la más lacerante desesperación en el momento en que vi al que mas amaba en sus brazos. Su cuerpo parecía más frágil que nunca y permanecía con los ojos cerrados.

- ¿Quieres ser eterno? – Le preguntó con aquella potente voz no exenta de ternura.

Lo vi afirmar con la cabeza, con pesadez, como si ese simple movimiento le costase cielo y tierra.

Y entonces se produjo el más grande de los silencios,  toda su vida pasó ante mí como si quisiera mostrármela. Una vida de engaños, miedos, traiciones,  hasta que me conoció a mi y juró amarme aún a costa de lo que pensase el resto del mundo. Mis lágrimas me nublaron la vista, acompañadas por aquel inmenso dolor, por aquella frustración, porque deseaba decirle lo mucho que le quería yo también,  que daría mi vida entera por ver su sonrisa dibujada siempre en su rostro. Pero él no llegó a verme ni siquiera a escuchar las palabras que jamás pude pronunciar. Miré hacia el cielo que se cubrió de nubes cargadas de una hiriente lluvia. Él ya había desaparecido en brazos del extraño ser. Me había quedado solo en aquel mundo que tanto parecía odiar lo que realmente nos hacía feliz. Abracé mi propio cuerpo, empapándome como si quisiera que mis lágrimas se confundieran,  porque los hombres tampoco podíamos llorar, porque nadie podía verme en aquel estado.  Oh fatal descubrimiento, empezaba a comprender tantas cosas y me horrorizaba tanto que deseé cerrar los ojos y olvidar lo que irremediablemente ya sabía.

- Entonces lo serás… mi preciosa marioneta.

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