sábado, 21 de mayo de 2011

El camino de la lluvia. Parte 6: Descubrimiento


El traqueteo del tren me impedía prestar la suficiente atención a lo que trataba de escribir,  dejar constancia de todo lo que había aprendido estos últimos días ¿Cómo alguien puede aspirar a alcanzar una inmortalidad que solo los seres divinos pueden poseer? quienes lo consiguieron perduraron su error para siempre.
Alcé la mirada un momento y descubrí frente a mi a una anciana que mantenía los ojos entrecerrados. Movía sus arrugados labios musitando una oración. El peligro de iniciar el viaje la obligaba a encomendarse a la divinidad como si  ese fuese su último trayecto. Tal vez lo era ¿Quién era el verdadero sabedor del destino que nos depara? ¿Quién sabía cuando las nubes darían tregua al cielo?...

- ¿Crees en la reencarnación? – Alcé los ojos hacia aquella anciana. Su voz provenía de ella, pero no hablaba, seguía rezando entre susurros, acariciando con sus arrugados dedos la cruz de aquel rosario de cuentas que tenía colgado al cuello - ¿Crees en ella?

Afirmé con la cabeza sin dejar de mirarla, sus ojos azules y velados permanecían entrecerrados.

- Fuiste feliz en esa vida,  hasta que te arrancaron de su lado

Cerré los ojos. Seguía diluviando en el exterior, el agua empapaba las ventanas del tren. No, no quería oír más…

- Él quería ser inmortal para amarte eternamente…

Mis lágrimas se juntaron con el torrente que descargaba el cielo gris, abracé al muñeco como si se tratase de algo que ansiaba proteger.

- Devuélvelo y únete a él.

Bach sonaba en mi mente… oh dulce melodía acompañada por su presencia. Sus movimientos se mecían  al compás de los violines, Me juraba amor eterno, me aseguraba que a su lado el sol siempre disiparía el tormento del sollozante cielo. Quería creerle, quería sentir sus labios una vez mas y hacer que esa melodía fuese eterna.
Él no había sido arrebatado de mi lado. Permanecíamos en mi estudio, pintando un hermoso lienzo, a escondidas del mundo como unos niños que juegan al escondite.

- Quiero ir con él,  quiero seguir en mi mundo…

Y el tendero sonrió con cinismo, dejó al muñeco en la estantería vacía y acarició mi rostro con manos dulces,  porque ya no estaban arrugadas, porque ya no eran sus manos, sino las de aquel amor de otra vida pasada.
Tierna ilusión, o tal vez no lo era,  pero cuando mis  labios se unieron a los suyos las imágenes de lo que juntos habíamos vivido se agolparon en mi mente. Retazos de colores,  poesía incompleta, música inacabada, risas infantiles de los que no desean crecer. El sol disipando las nubes del alto cielo. Extendí mi mano queriendo simplemente acariciarle una vez mas. Pero ya no podía tocarle, ya no era corpóreo. La lluvia no podía mojarme por muchas vueltas que diese bajo ella, el tendero empezaba a trazar el rostro del nuevo muñeco, a perfilar las cejas sobre su inexpresivo rictus, yo seguía dando vueltas bajo una lluvia que caía desde un cielo azul sin nubes. No existía el miedo, la tristeza no había sido inventada, simplemente ya no existía. Oh dulce recuerdo de días pasados… ¿Qué me quedaba ahora sino encontrarle a través de mi única guía? Un único camino hacía la eternidad, un corazón sollozante, un camino sin rumbo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario