Los días lluviosos nos obligaban a correr por las polvorientas calles, impregnadas del húmedo olor del suelo mojado. El sonido del enfurecido cielo despertaba en mi aquellos sueños de monstruos enfadados que luchaban en pos del dominio de aquel pequeño mundo y de aquellos indefensos e insignificantes habitantes que en él vivían.
Días de calma en aquel eterno invierno donde ya nada tenía su lugar, donde todo estaba prohibido… donde ya se era demasiado mayor para soñar.
Mis ojos se alzaron hacia el escaparate de aquella tienda de la esquina; un baúl de recuerdos, de visiones eclipsadas, de todas aquellas veces en que me habían sido negados mis deseos. Ladeé la cabeza ante la vista vacía tras el cristal aun empañado y me arrebujé en mi ropa de abrigo. Al entrar en la tienda mi mirada recorrió los estantes;… marionetas de todo tipo, sentadas como pequeños personajes de un triste cuento de hadas, como si todos guardasen una propia historia, como si aquellos ojos quisieran contemplar el mundo una vez más. ¡Cuánta tristeza irradiaban! Caminé por los estantes, mecido por la melódica melodía de una caja de música, envuelto en miradas suplicantes..
Contuve la respiración antes de acercarme a él. Era una de las marionetas de pequeño tamaño, sentada al final del pasillo, solitaria, sombría. Mi corazón pareció acelerarse cuando alcancé a tocar su rostro con delicadeza, como si temiese que en cualquier momento pudiese romperse. Deslicé, apenas rozando, mi mano por aquella nariz delgada, por aquella fina boca y por un momento tuve que apartarme y retroceder…
- Me gustan tus labios… aunque sean tan pálidos…
Una sonrisa ambigua, una expresión de rubor en su rostro…
Mi corazón se aceleró ¿Qué me ocurría?.. ¿estaba recordando?... tenía la misma sensación. Entrecerré los ojos sin comprender. Mis manos temblaron sin poder evitarlo y me sumí en un momentáneo trance a un paso entre los sueños y el doloroso recuerdo de algo que había ocurrido sin ninguna duda. Un hecho atroz, una separación tan repentina y dolorosa que me había tenido sumido en una tristeza eterna.
Sacudí la cabeza ¿Pero que estaba diciendo? yo tan sólo era un joven de dieciséis años que había tenido una vida normal como cualquier otro. ¿Por qué al mirar a aquel muñeco me asaltaban todos estos sentimientos?
Casi estuve apunto de gritar cuando mi cuerpo se topó con el del anciano tendero de mirada extraña, que sonrió con una sonrisa burlona; como si conociese la razón de mi agitación. Los ojos de aquel hombre eran de un azul casi luminoso, como si viese a través de de la mirada de aquellos muñecos, como si hubiese contemplado todas las cosas de aquel inmenso mundo.
- ¿Sientes miedo, dolor, tristeza, añoranza? – Habló con voz calmada, torciendo una sonrisa que tal vez pretendía ser agradable - Ocurre a menudo cuando los observas, crees que desean contarte el sentido de la injusticia, de todo aquello que se les negó sólo por ser simples muñecos, existiendo eternamente…
Le escuché con atención, sintiendo que mi cuerpo se estremecía, no sólo por el aire húmedo que entraba a través de una de las ventanas medio rota, sino por una extraña alarma que se despertaba en mi interior, de aquella parte de mi alma que me ordenaba que huyese.
Las gotas de la incesante lluvia golpeaban los cristales; un único sonido en aquel momento de miradas llenas de complicidad. Volví a fijar la vista en el muñeco de facciones perfectas y cerré los ojos sin saber el motivo.
- ¿Podría llevármelo?... ¿Cuánto pide por él?
El tendero sonrió casi complacido. Una sonrisa maligna que entonces no advertí.
- ¿Cuánto estarías dispuesto a darme por él?, observa que no es mas que un simple.. muñeco
De nuevo aquella sonrisa. Ladeé la cabeza, acercándome a él de nuevo. Necesitaba sacarlo de allí, necesitaba llevármelo lejos de aquel lugar ¿Y por qué? ¿Si como había dicho el tendero no era mas que un muñeco?.
- Así es… puede que no sea mas que eso pero… - Volteé para mirarle
En el rostro del viejo había una sonrisa de triunfo, carcajeó mirándome casi burlonamente.
- Sientes que necesitas estar junto a él, que tu vida no tiene sentido - Me rodeó mientras hablaba con un tono de voz que no me gustó nada – Un amasijo de carne sobre un corazón latiente. Sólo eres eso, pero tu alma es como la de ese muñeco, condenada a la falta de libertad, a una eterna soledad a…
Sus finos dedos acariciaron mi cara, idénticamente a cómo lo había hecho yo con el muñeco.
- …¿Vivir siempre a expensas de otros, esperando a que el día se aclare? Veo en ti una eterna huida.
El cielo pareció acompañar sus palabras con un estruendo que resonó haciendo vibrar los cristales.
- Yo no huyo – Le repliqué bajando la cabeza
- Por supuesto que lo haces, te niegas a crecer, lo veo en esos ojos que tratan de no perder ese brillo de infantil ilusión.
Mi corazón pareció desbocarse, abrí la boca para replicar pero sólo salio un ahogado jadeo ¿Cómo sabía todo eso? ¿Qué clase de ser era ese extraño tendero?
- Una semana, sólo podrás llevártelo una semana, regresa antes del viernes…
Salí deprisa del lugar, cubriendo el muñeco para que no se mojara, corriendo por las calles encharcadas.
- Antes de que salga de nuevo… el sol
Me ha gustado, se nota la inspiracion
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