Hay días que sirven para que la inspiración regrese, o para que al menos halle la motivación suficiente como para ponerme a escribir y que las musas me encuentren.
Creo que por eso dedicaré esta entrada al blog a Lucia Cerverón por esa noche de larga conversación amena, talento y de creatividad; y sobre todo a Javi, mi amor, por compartir conmigo esta hermosa historia, por ser Ritter y Amitai a la vez, por amarme y darme fuerzas para no dejar nunca de escribir..
30 de Enero 1933
No se hablaba de otra cosa. En las tabernas donde la cerveza y los cantos se mezclaban con las esperanzas; en la Iglesia donde los piadosos rezaban por ese nueva realidad y en los hogares hambrientos de lumbre o cena…
Todos habían oído el discurso de aquel hombre de voz segura, poderosa, potente y sus palabras habían viajado desde el estrado hasta meterse en los corazones de unos ciudadanos heridos, tristes, paupérrimos y cansados, sobre todo cansados.
A Otto Faust el comienzo de aquel alegato bajo nombres como “socialista” y “obrero” le había convencido… pero solo el comienzo, porque después, aquella emoción contagiosa se había convertido en estremecimiento.
Regresó a casa con paso lento, como le gustaba a él caminar por las calles de Munich. Sus pies pisaban el suelo a medio asfaltar, levantando el polvo de la grava. Se servía de un bastón con la base de oro para caminar y aunque hacía tiempo que ya no lo necesitaba, ahora lo hacía servir como una parte más de su cuerpo, de sí mismo, como aquel sombrero que le daba un porte elegante.
Se detuvo finalmente en la puerta de su casa situada en el piso superior a una joyería que había heredado de su padre, un negocio que había estado en su familia desde hacía muchas generaciones y que esperaba que algún día el primogénito de sus hijos también lo regentara.
Al entrar, Amitai vio como su padre se quitaba el sombrero con gesto algo más decaído de lo normal. Dudó en si acercarse a él cuando se sentó en su silla preferida, una que estaba rodeada por cientos de relojes de pared cuyas clavijas emitían en consonancia toda una orquesta variopinta de “Tic -Tacs”.
No lo hizo, se quedó observando a un hombre repentinamente envejecido, con la mirada perdida en aquellos delatores del tiempo que no lo lograban evadir de aquellas palabras oídas en boca de entusiastas y resentidos alemanes que echaban la culpa de todos los males a personas como él.
- ¿Qué os ocurre, padre? – Preguntó al fin
- Nada, hijo mío, estaba pensando en el día en que heredarás este negocio
Amitai sonrió, apoyándose sobre una de las columnas que daba paso a las vitrinas que guardaban anillos de compromiso y joyas para enamorar.
- Algo me dice que yo llegaré a algo mas en la vida que ser un simple joyero.
El hombre anciano se le quedó mirando y el estremecimiento regresó a su cuerpo en forma de corazonada. Amitai no supo a que se debió esa expresión en su rostro, se lo preguntó, pero el viejo no hizo más que enmudecer y dejar que el sonido de los relojes envolviese aquella pequeña tienda de la calle Moshes, en uno de los barrios judíos de Munich.
Jo que poco¡¡ queremos mas¡ queremos mas, y como ya te digo, yo solo soy el catalizador, la fuerza la tienes tu
ResponderEliminarMe encanta, hubo un momento que ya no veía ni palabras, solo imágenes a medida que leía el relato. No pares de escribir nunca, muchos ánimos, y deja que la pasión por la palabra te consuma, si no lo ha hecho ya, porque escribes maravillas.
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